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sábado, 16 de abril de 2016

ASALTAR CAPILLAS: LIBERTAD DE EXPRESIÓN O INTOLERANCIA


Partimos de la base de que la forma de tratar estos temas es bien distinta según el país en el que nos encontremos, o mejor dicho, la cultura de la sociedad de ese país, y sin olvidar que al menos en España (por no decir en buena parte de Occidente) la tesis de la “otra mejilla” se ha tergiversado hasta hacernos parecer tontos a los católicos.

La respuesta de parte de los católicos a estos actos blasfemos e insultantes, no a nosotros, sino a Dios, es tan tibia y light, que no me extraña que esos grupos de individuos (asalta capillas) tengan mayores deseos de repetir dicha barbarie, por cuanto la resistencia que ofrecemos, bien mediante movilizaciones, bien de otro modo, brilla por su ausencia (o desde luego, es más que insuficiente).

Ni que decir tiene que no solo los católicos laicos estamos obligados a defender la integridad de nuestras convicciones, sino que además, tienen también esa responsabilidad los pastores que integran nuestra iglesia, pero claro, ¿de qué estoy hablando? Si hay algún que otro pastor que le quita hierro al asunto y las perdona públicamente porque “no sabían lo que hacían”, entonces apaga y vámonos.

Evidentemente se trata de intolerancia, aunque para los responsables de estas injurias y vejaciones todo sea libertad de expresión, salvo que les afecte a ellos en algo, en cuyo caso cambia el rasero para medir la situación. A modo de ejemplo, hemos de tener muy presente el caso similar acontecido en Rusia acerca de las PussyRiot, es decir, aquel grupo de feministas punk que entró en la Catedral de Cristo El Salvador en Moscú, y acabaron más pronto que tarde en prisión, no solo porque la ley rusa proteja de verdad y otorgue verdadero valor a los sentimientos religiosos, sino porque la sociedad rusa, y más en especial, los pastores ortodoxos, pusieron el grito en el cielo, para que este tema se llevara a los tribunales, cosa que efectivamente sucedió.

Nadie respetará a los católicos, sus templos e ideas, si no son los católicos quienes se hagan respetar. Lo cual requiere esfuerzo, movilización, protesta y valentía para no callar lo que es una ofensa gravísima.

Jesus

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