Es tal la cantidad de mensajes que recibimos a diario, y con tal rapidez, que difícilmente hay tiempo para reflexionar sobre lo que está pasando a nuestro alrededor y en nuestro interior. Lo grave es que, cuanto más aumentan los mensajes, más se consolida la ignorancia, porque la corriente continua de ideas trae consigo la sensación, pero no la realidad.
Noticias, conocimientos, estimaciones,
modelos,... van acumulando en nosotros impresiones y, por no dedicar tiempo a
pensar, lo que parece que nos acerca a la realidad, nos aleja. Convicciones que
parecían sólidas acaban desvaneciéndose, y la inestabilidad en la conducta hace
acto de presencia. Acabamos apartando la mirada de "la" verdad, para
vivir de sensaciones: firmamos, de ese modo, el acta de defunción de una vida
coherente.
Pensar es necesario: nos va en ello la
coherencia de vida. Entre los consejos que Ortega y Gasset dió a Julián Marías,
hay uno que me parece especialmente práctico: "Acostumbrese a pensar todos
los días un rato, aunque sean diez minutos. No leer, no tomar notas, sino
pensar. Es fatigoso, pero ya verá que bíceps
se le ponen". Y es que, pensar compensa: pensar es intentar dar con la
verdad y conseguirlo. Y la verdad es entre los bienes del hombre, el mayor.
Eduardo Martín del Olmo
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